lunes, 9 de febrero de 2009

Ayer te llamé.

Sin poder evitar la nostalgia y la desesperación por saber de ti, sin pensarlo demasiado tomé mi teléfono y en automático marqué tu número telefónico. No sabía que iba a decirte, tampoco sabría que me dirías al saber que la que llamaba era yo… igual nada de eso me importó mucho, no pensé en las posibles consecuencias y simplemente te llamé.

Muchas veces te llamaba con cualquier pretexto tonto con tal de saber de ti, moría por saber cómo estabas, que habías hecho….

En la mayoría de los casos te hablaba por que necesitaba un amigo, un amigo que simplemente me escuchara, me comprendiera, me diera apoyo y me hiciera saber que de cierta forma no estaba sola, pero cuando me respondías el teléfono sólo era para insultarme, gritarme, herirme y después simplemente colgarme sin dejarme siquiera decirte algo. Tampoco te culpo, la situación era bastante compleja en ese entonces…. Al final sólo buscaba ese hombro cálido en el cual llorar y encontrar un aire de consuelo. Curiosamente jamás me permitiste decírtelo. Y probablemente de haberlo dicho dudo que me hubieras creído.

Entre cierta parte de pretexto, cierta parte formada por la excusa y otra cierta parte formada por la necesidad de hablarte, mi impulsiva conducta me llevó a marcar tu número y ver qué sucedía.

Dicen que todo pasa por algo, y afortunada o desafortunadamente (aun no lo sé) lo único que obtuve de mi llamada fue la armoniosa voz de la contestadora de la compañía telefónica comunicando que el número ya no existía. Era el único número que tenía tuyo, los otros se perdieron junto con mi antiguo celular.

Así que dejé el teléfono en su lugar, me recosté sobre mi cama y mientras el ruido de la televisión se robaba parte de mi atención, pensé en el tiempo en el que no he sabido absolutamente nada de ti (que es ya demasiado), pensé en lo que pudiéramos estar haciendo de seguir juntos en èste momento de nuestras vidas, pensé en mil cosas que me hubiera gustado compartir contigo en estos momentos. Mil planes llegaron de pronto a mi imaginación y pensé en lo lindo que sería seguir a tu lado.

De pronto me di cuenta que me estaba yendo a otro mundo, un mundo imaginario que justamente permanecerá ahí, sólo en mi imaginación y en mis sueños.

Sé de sobra que uno tiene que ubicar su realidad, que no se debe pensar en el pasado (pues justamente ya pasó y no podemos hacer nada por cambiarlo) ni en el futuro (al cabo que aún no llega) pero creo que no cuesta nada soñar un poquito …. y asì (otra vez) soñè contigo.

Así que de golpe volví a la tierra de los mortales, y yendo de la cama al living (diría Charly) decidí “aterrizar” mi mente y disfrutar lo que sí tenía en mi realidad…un chocolate.