martes, 3 de marzo de 2009

El hombre perfecto.

La admiración es una característica fundamental para el amor. Y eso es lo que sentí por él al conocerlo, una gran y profunda ADMIRACIÒN. Y fue más allá de una simple fase de idealización, realmente lo admiraba por sus múltiples virtudes, características y detalles que hacían que mis ojos lo percibieran como alguien inigualable, único…. Y realmente lo era.

Sostener una charla con él era sumergirme en un mundo de magia, conocimientos y cosas ajenas a mi entorno, pero que me llevaban a un mundo maravilloso y desconocido para mí. Siempre fue una persona culta para su corta edad. Al contrario de mi, siempre fue alguien que seguía sus sueños no importando lo “loco” que éstos pudieran parecer, hacía lo posible (y lo imposible) por llevarlos a cabo sin tener miedo a ser juzgado. Pocas personas dejan de lado el “qué dirán” para hacer lo que realmente les place…. Personas con esa valentía son las que realmente valen la pena, pero no son tan fáciles de encontrar.

En el aspecto físico (recordando la subjetividad social del prototipo de belleza) no podía ser más atractivo (para mí) aunque muchos opinaran lo contrario. Su cabello era casi afrodisiaco. Y ni hablar de su complexión, su tez, sus ojos… todo. Realmente jamás le encontré un defecto.

Pero si en algo he de hacer hincapié es en su voz. Cuando la escuché por vez primera en la soledad de mi habitación, francamente creí que era una especie de grabación o de un programa hecho por computadora, ¡me mató escucharlo aquella primera ocasión! Esa voz sensual, firme y tierna a la vez fue la misma voz que solía reconfortarme por teléfono en mis múltiples episodios depresivos no importando la hora ni el lugar, es la voz que solía llamarme con cualquier pretexto y decirme cuanto me amaba, era aquella voz que me hablaba a mi móvil y solía dejarme mensajes que escuchaba una y otra vez hasta aprenderlos de memoria, esa fue la voz que jamás olvidaré….

Y así, sin encontrarle defecto alguno, era mi hombre ideal, el que jamás soñé pero el que me dio más de lo que pude imaginar y también me dio más de lo que cualquiera me pudo dar.